Compro un ejemplar de Las grietas de Jara, de Claudia Piñeiro, y lo primero en lo que me detengo es en la calidad del papel, la textura de cada página y en las ganas que tengo de terminar el libro que estoy leyendo para poder enfrascarme en éste. Empiezo -finalmente-, y comienzo a descubrir poco a poco el mundo encerrado en esas hojas.
Resulta que hay un arquitecto, Pablo Simó, que sueña despierto con construir una torre, pero después de varias décadas de profesión, no ha podido avanzar nada, sólo se contenta ¿o no? con dibujarla una y otra vez en sus ratos libres en el estudio en el que trabaja, o en una servilleta en algún bar. Como una idea fija y persistente, la torre de once pisos se levanta desde la punta de su lápiz y se erige, mirando al norte, inalcanzable. De costumbres y obsesiones arraigadas, Simó, casado desde hace veinte años con Laura, ya no tiene nada que lo una, ¿alguna vez lo tuvo? a su mujer más que su hija adolescente y el hábito de vivir bajo el mismo techo y pagar las mismas cuentas.
Aparenta tener una vida donde las sorpresas y los imprevistos son cosa de otra gente, hasta que irrumpe un día en su oficina una chica buscando a Nelson Jara, aquel hombre al que hace ya tres años vino a esa oficina diciendo que en la pared de su casa había surgido una grieta producto de los movimientos de tierra que estaban haciendo ellos al empezar el pozo de un obra, aquel hombre que, junto a su jefe y su compañera de trabajo, sepultaron dentro de una zapata, una noche, y luego taparon de concreto y edificaron el edificio en el que funciona el Estudio Borla. Es esta aparición la que comienza a desencadenar ciertos sucesos que van al pasado y nos traen a un Jara vivo, y nos adentramos en los detalles que hicieron que terminaran cimentando con su cadáver la edificación que construían por aquella época.
Simó, de vida rutinaria y apagada, ha llegado a los cuarenta y cinco años sin parecer esperar nada más de la vida que ese puesto de trabajo, esa mujer que no ama, ese secreto crimen que no olvida, esa torre que no construye. Pero la aparición de esa muchacha comenzará a afectar todas las certezas y a plantearle nuevas necesidades y visiones de su vida.
En esta novela podemos encontrar, naciendo desde la pluma de Claudia Piñeiro, un complejo entramado de relaciones humanas, donde contar la historia de un crimen sirve para exponer los rasgos de la sociedad, para exhibir los problemas de pareja y las crisis personales, para instalar a medida que avanza la lectura, la pregunta que muchos se han hecho o se harán alguna vez en sus vidas: ¿todavía estamos a tiempo de dar una vuelta de timón y navegar para otro lado? No a todos nos espera un iceberg que nos obliga a ver los daños y replantear el curso de la nave, ni todos los que chocan con esa masa de hielo podrán pegar el volantazo.
Entonces, mientras descubrimos los pormenores de un secreto bien guardado y vamos siendo atrapados por ese crimen, podemos empezar a vislumbrar que las grietas de jara son, ni más ni menos, las grietas de la vida, de las relaciones, de las pérdidas, de las frustraciones. Son las fisuras que empiezan de a poco, pequeñas, pero que con el paso del tiempo y la acumulación de problemas, van creciendo, van agrandándose para dejar al descubierto la pared de nuestra historia surcada por esa grieta. Podrá variar de acuerdo a las personas, pero siempre estará ahí para recordarnos todo lo que hemos hecho mal, todo lo que no hemos hecho.
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