lunes, 4 de febrero de 2013

Una misma noche

    Leopoldo Brizuela construye desde las primeras páginas una historia sólida y sin fisuras, donde la voz del protagonista logra generar desde el comienzo un lazo con el lector que a medida que se suceden los capítulos y conocemos más de él y su historia, se va fortaleciendo.
    Ubicada cronológicamente en dos tiempos de la historia Argentina: la última dictadura cívico militar y el presente, Leonardo Bazán, el personaje principal y quien relata los hechos, nos cuenta despacio y con alternancias temporales sus vicisitudes y pareceres, tanto de aquel pasado oscuro, cuando él era apenas un chico de 13 años, como de la actualidad, donde es un escritor cuarentón, un tanto temeroso y aprensivo de su entorno, pero no sabemos si es por su personalidad reservada o por las cosas que le tocaron vivir allá por la década del ’70.
    Viviendo y escribiendo en el primer piso de la casa de su madre, donde se ha mudado para cuidarla en el ocaso de su vida, Bazán escribe una novela. O una declaración, esa que nunca pudo hacer, esa en la que quiere contar lo que vio y escuchó cuando un grupo de tareas irrumpió en su domicilio cuando él aun no era un adolescente.
   Un día de este presente que parece transcurrir sin mayores sobresaltos, entran a la casa de los vecinos, que no son los mismos de 1976. Entran y roban, y parece que la misma policía es partícipe de ese asalto. Es ese hecho el que despierta el recuerdo de aquella otra irrupción, de esa intempestiva visita en la época de la dictadura, que tenía como objetivo ingresar por los fondos de su morada a la casa de sus vecinas del pasado: las Kuperman. Así sabremos de un secuestro, una desaparición, y torturas sufridas por una de sus vecinas, Diana Kuperman.
   A partir de aquí conoceremos las ganas de Leonardo Bazán de contar aquello que recuerda, o que cree recordar de ese día. Sabremos de su miedo, de sus dudas, de la culpa que siente treinta años después, cuando ciertas acciones y políticas del Gobierno Nacional le hacen replantear algunas cosas, cuando parece que el presente trata de desenterrar no sólo los crímenes de los militares, sino también sus propias remembranzas sobre lo ocurrido: sus recuerdos de esa noche del pasado irán cimentando la novela que escribe y que nosotros leemos dentro de la novela de Brizuela. Además, su madre y, sobre todo, lo que hizo y quien era su padre, irán erigiendo sobre esos cimientos el edificio de la memoria.

María José Sánchez

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